Aunque no hay temporal, hoy
estamos en uno de esos días prestados por abril a marzo. Así se traduce
“manllevats”. La etimología del término vasco (zozomikoteak en nuestra casa,
zozomikateak según lo recogió Barandiaran) no está clara.
Amasain, sobre el Bidasoa, en el Parque Natural Aiako Harria |
Cuando María de Amasain (no es su
apellido, sino el nombre de la casa donde nació y se crió) remató el relato de
los zozomikoteak de mi abuela Juana con un “martxo, ez ardi eta ez artantxo!”,
concluí que el mes de marzo había sido tan cruel que ni un solo ejemplar del
rebaño le había quedado. Después he leído un par de versiones altopallaresas recogidas
por Pep Coll en la vall del riu Magdalena (Muntanyes
maleïdes y Quan Judas era fadrí i sa
mare festejava) y otra rosellonesa (Legendes
du Roussillon de Horace Chauvet), en las que no solo se decía lo mismo casi
literalmente, sino también en rima: “març marçot, no m’has mort cap ovella ni
corderot!” La diferencia es que en el caso catalán el invierno fue tan suave
que ni mató una oveja o cordero, mientras que en las versiones vascas es al
revés, más que burla es enfado con marzo tras un duro invierno: Barandiaran
recoge, también en verso: “martxoa martxo, diat esker gaizto!” (literalmente, marzo,
mal agradecimiento te tengo).
En el caso catalán son cien
ovejas y otros tantos corderos; en el vasco, solo cien ovejas. Evidentemente,
son números redondos que indican abundancia; pero la coincidencia indica hasta
qué punto el mito es el mismo, algo que se ratifica en la respuesta de marzo:
este, ofendido, pide a abril entre uno y cuatro días, según versiones (pero en
verso en ambas lenguas), para castigar la provocación: arremete con el peor
tiempo posible y no deja ni un solo ejemplar, o uno (una vaca en un caso
catalán, antes de abandonar aquellos parajes y huir valle abajo; en Zarautz el enemigo
no es un pastor sino un toro bajo la nieve: ¿recuerdo de otros relatos también
recogidos en Andorra y Bigorra, en el que un toro o vaca guía a una nueva
población desde que la nieve obligó a dejar las altas montañas?... eso se
merece otra entrada bloguera, o varias).
Las versiones catalanas acaban,
pese a lo terrible de perder el rebaño, con más burla: “mars marsot, besame lo
cul que’l cap non pots…” La versión de mi abuela, que yo creía simplemente más
ordinaria (kaka hiretzat, martxo!) tal vez esté relacionada con la escatología
catalana. Y tal vez lo esté la versión ataundarra, en la que no el culo sino la
cabeza del pastor padece, al clavarle un cuerno en un ojo el último carnero que
le quedaba y que llevaba a hombros. En la versión de mi abuela, cuando el
pastor huía, también valle abajo con el carnero a hombros, resbaló al cruzar la
regata y el animal se ahogó.
Si la diferencia entre etnografía
y etnología es que la primera describe culturas y la segunda las compara, esto
es etnología… suponiendo que estemos hablando de dos culturas y no de la misma
expresada en dos lenguas distintas. En todo caso, la conclusión moral es la
misma: no hay que provocar a la naturaleza, sino valerse de ella.
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