2012/04/19

Historias trepitjantes

No trepidantes, sino trepitjantes. Es decir, pisadoras, en mal catalán. La historia de hoy nos aleja del Pirineo, pero por eso mismo me parece interesante. Aprovecho para invitar a toda la colonia vasca (y maña, y barcelonina) que ocupa estivalmente la Costa Daurada a que se adentre solo unos kilómetros y visite la ermita de la Verge de la Roca y, todavía más espectacular, sobre ella la de Sant Ramón de Penyafort, en el municipio de Montroig del Camp, lindante con Cambrils. Arquitectónicamente no son extraordinarias, pero los topónimos ya lo dicen todo: unas vistas espectaculares sobre todo el “Camp de Tarragona”, en un roquedo de piedra roja.

Piedra que recuerda el rojo de Andrearriaga, la estela de época romana mitificada (ver la primera entrada del blog). También los mitos son similares: un rey moro roba las joyas de la Virgen; en castigo, una tormenta espanta su montura y se despeña. Así lo atestiguan las huellas de las pisadas de caballo en la roca.

¿Pero no era este blog sobre mitología pirenaica? Pues por eso mismo. Por un lado, creo que ya lo he dicho, los relatos míticos no tienen fronteras definidas (les prometo una entrada sobre un mito muy pirenaico en la selva del Paraná), sino, más bien, una mayor o menor concentración geográfica.
Por otro, creo que ya lo he dicho también, este mito revela hasta qué punto es importante, tanto o más que el personaje, el espacio donde transcurre –y se marca “para siempre” – el hecho relatado.
Por otro lado más, y pese a que en esta comarca la presencia histórica musulmana sí es evidente, el relato nos remite al “moro” como personaje mítico, no real, algo habitual en el Pirineo.
Por otro más (las miradas poliédricas son mucho más ricas), aunque los mitos puedan ser muy antiguos, sus concreciones pueden ser muy actuales, puesto que se interpretan míticamente a posteriori marcas históricamente documentadas. Respecto a las del caballo del moro, tal vez tuvieran su origen en las que se solían hacer en pasos difíciles precisamente para ayudar a las caballerías a pisar con seguridad.  
Desde la arqueología, se interpretan estas oquedades como escalones para acceder a una dependencia desaparecida.
A la mirada mítica tales conclusiones no le interesan, porque no interpretan el terreno desde el punto de vista moral.

Y por último, esta entrada me permite remitirles a un blog “que sigo”: Patrimoni oblidat.  Ahora les hago un enlace directo a la página web de Francesc Roma i Casanovas, para que conozcan, además del blog, su apartado “Petjades”. El autor de “Pirineus maleïts” me ha ratificado (su bagaje intelectual y su discurso académico es impresionante: lo mío pueden ser meras ocurrencias, pero sus estudios y conclusiones, no) en mi sospecha de que el paisaje, el territorio, no es un telón de fondo en el que actúan personajes míticos, sino protagonista esencial de los relatos.  Que lo disfruten: http://www.francescroma.net/.

Y ya de paso que navegan, encuentren en la red, en formato pdf, el muy interesante artículo “Catálogo de ‘huellas’ de personajes míticos en Euskal Herria”, de Anton Erkoreka, y comprueben que no se trata de un fenómeno vasco-catalán, sino mundial.

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