2013/03/31

No els guardeu de pedregada

De nuevo recurro al Pont d’Arcalís para el título, en este caso obtenido de unos contra-goigs. Y tanto que contra, porque en vez de pedir a favor de lo que siempre se pretende evitar… si no es para el pueblo vecino: “Sant Corneli, leri, leri, aplaneu els d’Aramunt”.

Los versos finales de la entrada anterior daban pie a muchos comentarios, como la incapacidad de eliminar tan formidable fuerza de la naturaleza (o de las brujas, diablos u otros seres malignos, o simplemente que la naturaleza sin cristianizar se presenta siempre brutalmente hostil…) como son las tempestades, y a lo más que se llega es a desviarlas, una de las principales funciones de los curas. Y a veces de los no curas: ermitaños, sacristanes, mendigos, algunos hombres y sobre todo mujeres podían conjurarlas. Y en algunos relatos, mujeres contra mujeres, concretamente nueras contra suegras-brujas provocadoras de tormentas, o directamente Mari… El uso de ciertas plantas, de ciertas vestimentas, de ciertas herramientas, minerales, del agua y el fuego, la edificación de lugares específicos como los esconjuraderos aragoneses o catalanes, la enorme variedad e importancia de rituales, etc. evidencian la importancia de la lluvia y fenómenos anexos en todas las comunidades tradicionales pirenaicas, y realmente fuera del Pirineo también.
Ya se apuntó en la entrada anterior. Ahora solo quiero centrarme en el concepto “comunidades” que acabo de citar. Al célebre cura aragonés no le bastaba conjurar las nubes de tormenta y desviarlas. También pretendía que “pa´ que jodiendo al vecino lo hicieran en Plan”. Podía enviarla a montes deshabitados, fórmula muy habitual. ¿Deshabitados? Así lo hacía un cura de la comarca guipuzcoana de Goierri, hacia Aralar, y provocaba la ira de los pastores que allí se encontraban. Pocos montes hay realmente montaraces en el Pirineo. Pero el cura Bruno Fierro, como otros muchos, ni lo intentaba, al contrario, y directamente indicaba el valle vecino. Las fórmulas de conjuro son variadísimas, pero se pueden resumir en “protege lo mío y lo de mis amistades y fastidia a tal o cual.

Un ejemplo: el cura de Arizkun, en el navarro valle de Baztan, no disimulaba su desprecio al barrio de Bozate y usaba esta fórmula que mezclaba euskara y romance, algo habitual: Guarda la Arizkun, borroka la Bozate.
Hay muchos lugares en el Pirineo que manifiestan sobre el terreno "el otro";
pero pocos, tal vez ninguno, tan claramente como Bozate.
La rivalidad entre casas, barrios, pueblos y valles vecinos es una de las características de las sociedades tradicionales (y de las modernas, aunque ahora las distancias pueden ser mayores y canalizadas deportivamente… o no, pero lo voy a dejar ahí). La lluvia, elemento vital, es un fenómeno meteorológico que no podía quedar fuera del orden social. Una fórmula de excomunión del s. XVII donostiarra, entre otras cosas tremebundas dice: “no llueva el cielo sobre cosa vuestra, sino fuego y piedra”.
Por lo general las cosas no son tan terribles y hasta acaban siendo motivo de risa… eso sí, burlesca, como corresponde a las relaciones vecinales. Además de lo arriba citado, unes cobles del Peirot, de nuevo cantadas por el Pont, cierran esta entrada con la misma pregunta que la anterior: ¿para qué sirven los santos si ni siquiera controlan los fenómenos atmosféricos?

                Els martisants de Peramea
                les han dut a Montcortés
                amb fe que farien ploure
                però d’això no hi hagut res.
                S’han hagut de barallar,
                la di-go, di-go, di-go, di-go
                S’han hagut de barallar
                per poder-los fer tornar.
Peramea visto desde el camino a Montcortés.
 Y luego se quejarán de que los cambien por un porrón de vinagre. Eso, para otra vez.

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