2013/03/08

Y las otras

Este blog cumple un año. Y un día como el 8 de marzo no podía pasar inadvertido. Debería ser una entrada para la evaluación y plantearse el futuro y esas cosas; pero hace tiempo ya que lo quiero replantear, al menos formalmente. Ahora prefiero culminar este año cerrando un miniciclo con el otro inicio del año, el despertar del oso y el atisbo de la primavera, aunque la primavera pirenaica no sea meteorológicamente muy de fiar.

El otro, los otros, y ahora las otras. En las sociedades tradicionales pirenaicas, como en las modernas neoyorkinas o singapurenses, siempre aparece el otro, ya sea mítico (dragón), mitificado (oso) o simplemente “extraño”, no raro, sino impropio, “no propio”. Eso sí, en el Pirineo, y no sé exactamente si en Nueva York o en Singapur, pero en otras muchas sociedades tradicionales y supuestamente modernas también, “la otra, las otras” no proceden de culturas extrañas, sino que son parte de la propia.
Aunque tanto a agotes como a gitanos, sobre todo gitanas, se les han atribuido artes hechiceriles, la bruja es parte de la misma comunidad, y no solo viejas pobres y aisladas, también la mujer del alcalde o la madre del cura lo pueden, lo suelen ser. Lo de los alcaldes y curas se podría entender como miembros destacados pero criticables de la propia comunidad a los que se ataca por donde más duele; pero “la otra”, a menudo es de la propia familia y no por ello menos malvada o castigada. Y aunque también existen brujos en el Pirineo, sobre todo son brujas “la otra propia”. En euskara sorgin puede ser masculino o femenino, aunque casi siempre se traduce como bruja, y desde luego la abundantísima toponimia pirenaica en lenguas romances no da lugar a la ambigüedad. Porque esta cercanía se refleja en la proximidad a los espacios habitados y cristianados de los lugares de encuentro brujeril, los famosos aquelarres (para otra entrada lo de esta palabra), a veces en la misma plaza del pueblo, así como de los agujeros, simas, roquedos, planas, regatas, etc. "de las brujas".
Sorgintxulo de Errenteria, Gipuzkoa, es ahora una calle de alta densidad urbana.
Pero antes de la industrialización tampoco era un espacio salvaje, sino cercano
a la villa y al activo puerto pasaitarra, y junto a un convento de Capuchinos.
En esta proximidad coinciden los mitos, los cuentos y hasta en los testimonios históricos, en los que denunciantes y denunciadas vivían en la misma casa y hasta dormían en la misma cama. Y las acusaban no de hacer mal a la vecindad, sino a la propia hacienda, ganado, familiares.
 
Las trabajadoras quemadas vivas y ahora homenajeadas cada 8 de marzo no fueron, ni mucho menos, las primeras en arder: las precedieron a miles, además de otras tantas o más ahorcadas, lapidadas, apaleadas… o “simplemente” encarceladas, vejadas, expulsadas… y, a diferencia de las obreras, condenadas en esta vida y en la otra.
Tella, en el Sobrarbe aragonés: sus historias de brujas ahora se tratan como
patrimonio de tradición oral, se ponen en valor patrimonial y se señalan
los topónimos vinculados a la brujería en los recorridos a visitar.
 
Hay varios centros museales en el Pirineo que abordan la brujería. No sé si todos dejan claro que estudiar “las otras” nos dice más de lo que somos, o al menos de lo que fuimos, que de lo que fueron ellas mismas.

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