Este blog cumple un año. Y un día
como el 8 de marzo no podía pasar inadvertido. Debería ser una entrada para la
evaluación y plantearse el futuro y esas cosas; pero hace tiempo ya que lo
quiero replantear, al menos formalmente. Ahora prefiero culminar este año
cerrando un miniciclo con el otro inicio del año, el despertar del oso y el
atisbo de la primavera, aunque la primavera pirenaica no sea meteorológicamente
muy de fiar.
El otro, los otros, y ahora las
otras. En las sociedades tradicionales pirenaicas, como en las modernas
neoyorkinas o singapurenses, siempre aparece el otro, ya sea mítico (dragón),
mitificado (oso) o simplemente “extraño”, no raro, sino impropio, “no propio”. Eso
sí, en el Pirineo, y no sé exactamente si en Nueva York o en Singapur, pero en
otras muchas sociedades tradicionales y supuestamente modernas también, “la
otra, las otras” no proceden de culturas extrañas, sino que son parte de la
propia.
Aunque tanto a agotes como a
gitanos, sobre todo gitanas, se les han atribuido artes hechiceriles, la bruja
es parte de la misma comunidad, y no solo viejas pobres y aisladas, también la
mujer del alcalde o la madre del cura lo pueden, lo suelen ser. Lo de los alcaldes y curas se podría entender como miembros destacados pero criticables de la propia comunidad a los que se ataca por donde más duele; pero “la otra”, a menudo es de la propia familia y no por ello menos malvada o castigada. Y aunque
también existen brujos en el Pirineo, sobre todo son brujas “la otra propia”.
En euskara sorgin puede ser masculino o femenino, aunque casi siempre se traduce como bruja, y desde luego la abundantísima toponimia pirenaica en lenguas romances no da lugar a la ambigüedad. Porque esta cercanía se refleja en la proximidad a los espacios habitados y cristianados de los lugares de
encuentro brujeril, los famosos aquelarres (para otra entrada lo de esta
palabra), a veces en la misma plaza del pueblo, así como de los agujeros, simas,
roquedos, planas, regatas, etc. "de las brujas".
En esta proximidad coinciden los
mitos, los cuentos y hasta en los testimonios históricos, en los que
denunciantes y denunciadas vivían en la misma casa y hasta dormían en
la misma cama. Y las acusaban no de hacer mal a la vecindad, sino a la propia
hacienda, ganado, familiares.
Las trabajadoras quemadas vivas y
ahora homenajeadas cada 8 de marzo no fueron, ni mucho menos, las primeras en
arder: las precedieron a miles, además de otras tantas o más ahorcadas,
lapidadas, apaleadas… o “simplemente” encarceladas, vejadas, expulsadas… y, a
diferencia de las obreras, condenadas en esta vida y en la otra.
Hay varios centros museales en el
Pirineo que abordan la brujería. No sé si todos dejan claro que estudiar “las
otras” nos dice más de lo que somos, o al menos de lo que fuimos, que de lo que
fueron ellas mismas.
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