Así se traduce
literalmente julio: la cosecha es la de trigo, el alimento por
excelencia en Europa, del mismo modo que azaroa es el tiempo de la
sementera, también del trigo. Hoy día la mayoría de la gente no
sabe cuándo son los grandes hitos agrícolas. Hay incluso quien cree
que el trigo apenas tenía importancia en las tierras de habla vasca,
por lo menos desde la llegada del maíz. ¡Qué poco saben del modo
de vida tradicional que ha durado hasta hace menos de un siglo! No
opinaban igual sus protagonistas, que jerarquizaron su importancia en
esta “conversación” recogida por Barandiaran: Yo soy la mejor
de las plantas –decía el trigo–. Donde yo estoy no hay
hambre –respondía el maíz–. Ya lo decía Pío Baroja en
Jaun de Altzate: “Los vascos son tan tradicionales que a
veces saben lo que han hecho sus padres, pero nunca lo que hicieron
sus abuelos”. No en vano el maíz en catalán es blat (trigo) de
moro, y en italiano, grano turco: una vez más, “el otro” desde
otro mitificado.
Pero la cosecha de la que
quería hablar este julio es otra: esta semana se han celebrado unos
Coloquios sobre patrimonio inmaterial y sostenibilidad en Barcelona,
organizados por la Unesco en colaboración con el Centre de Promoció
de la Cultura Popular Tradicional Catalana de la Generalitat
(gràcies, Rafael i Roger, la propera vegada no us
confondré, es que estava molt embolicat desprès d’arribar massa
tard i cames ajudeu-me d’un viatge en tren rocambolesc).
Como en Graus, resumirlos en una entrada es tarea imposible. Y, por
eso lo del mes de la cosecha, la semana que viene hay en la Rioja, en
Nájera, otro congreso sobre patrimonio inmaterial organizado por el
Ministerio de Cultura. Abundante cosecha la de este año. Ahora
todavía tengo demasiadas cosas en la cabeza de las que se trataron
en Barcelona. Solo mencionar que se le dio bastante importancia a la
alimentación y en general a la explotación de los recursos
autóctonos de forma tradicional y sostenible, desde la pesca hasta
la cal pasando por las variedades locales de hortalizas, la cetrería
y el trabajo de la palma. Hay cosas que funcionan desde hace milenios
precisamente porque han sabido alcanzar un equilibrio con la
naturaleza que las sostiene. La Unesco lo tiene muy en cuenta en sus
declaraciones de patrimonio inmaterial de la humanidad: lo inmaterial
está, precisamente, en los saberes que han permitido esa
sostenibilidad ecológica, económica y social.
No se dejó de apuntar
que las declaraciones pueden tener un efecto no deseado y provocar,
paradójicamente, importantes cambios en esos valores que han dado
lugar a la declaración. Pero ahora no me quiero detener en
disquisiciones que, de tan interesantísimas, se escapan a este blog,
mucho menos ambicioso. Solo les propongo una comparativa, esta vez no
pirenaica, de dos utilizaciones del pensamiento mítico como
patrimonio cultural y económico. Ya sabrán que el modernismo
catalán recreó el mito medieval de Sant Jordi y el dragón, y
Barcelona se halla plagada de ejemplos.
Casa Batlló, de Gaudí. Fins i tot el teulat recorda el cos d'un drac. |
Por otro lado, a partir de
una homonimia de Sort, la capital del Pallars Sobirà (ojo: la
etimología tradicional le atribuye otro origen que dejo para otra
entrada), se ha extendido la idea de que la localidad da suerte…
por lo visto solo vinculada al dinero. A partir de ahí se pueden ver
mujeres vestidas de bruja (¿? interesante trabajo analizar de dónde procede esa iconografía) vendiendo suerte, es decir, lotería navideña en
julio en las localidades turísticas de la costa catalana.
En nuestra
modernidad, el criterio económico prima sobre la sostenibilidad social y
medioambiental que mencionaba arriba; eso es evidente. Viendo estas
imágenes (y me reconozco totalmente tendencioso) ¿ustedes con qué
modernas interpretaciones de los mitos se quedan?
Ei Xavier! Enhorabona pel blog i per la feina que hi fas! Tots fóssim com tu...!
ResponEliminaRoger i Rafel
...volíem dir... Xabier!
ResponEliminai jo volia dir Rafel
Eliminagràcies i fins aviat