Hace ya dos entradas que prometí
hablar del “Ome Granizo” de la Sierra de Grustán, en Graus, Ribagorza
aragonesa. El mito es muy conocido gracias a la Odisea: un pastor gigante
antropófago de un solo ojo es cegado por Ulises con un asador al rojo vivo. Para
escapar de la cueva, aprovecha la salida de las ovejas. En el caso aragonés y vasco
(hay varias versiones en el Goierri guipuzcoano con el nombre de Torto o
Tartalo), el gigante, guiado solo por el sonido del fugitivo, cae a un río y se
ahoga. En unas versiones es guiado por un anillo parlante hasta que el joven (las
víctimas son varones jóvenes) se corta el dedo chivato con un cuchillo y lo
arroja al agua.
La sierra de Grustán es la típica altiplanicie que cae bruscamente por un lado. La erosión de ciertos estratos ha sido a menudo utilizada como refugio de rebaños. |
Recordarán que en la versión
griega Ulises decía llamarse “Yo mismo”. Por eso, cuando el cíclope pide ayuda
y sus parientes le preguntan quién le ha cegado, responde “Yo mismo”, y ante
semejante respuesta no le hacen caso. La versión catalana utiliza el mismo
recurso, que aparece en otros relatos del Pirineo para engañar a lamias, brujas
y otros personajes colectivos. En las referencias bibliográficas que he podido
consultar de Asturias y Galicia, basadas en la habitual presentación de la
mitología según sus personajes, se obvia cualquier otro dato que la propia
constatación del personaje, tal vez porque es un mito de sobra conocido.
A mi entender, con ello se pierde
información preciosa. Contrastando los casos pirenaicos que he localizado (no
descarto que haya más), me llama la atención que en ellos la gruta, castillo o
dolmen en la que habita está en parajes tan cercanos a lugares poblados que el
pastor antropófago bien podía bajar a tomarse un trago al bar del pueblo
después de cenarse a uno de los infelices que atrapaba. Grustán es una
localidad abandonada, pero muy cercana a Graus y otras localidades menores aún
habitadas; de hecho, hay una senda señalizada que es un auténtico paseo, sin
dificultad, entre Pano y Graus, que pasa junto a la sierra donde vivía el Ome
Granizo. En el caso catalán, en La Quera, cerca de Sant Aniol d’Aguja (otro
paseo muy recomendable y fácil en el que hoy día caemos en la tentación de
creernos “en plena naturaleza”) parece que está lejos de los núcleos de
población porque Talaixá está abandonado, y los pueblos vecinos, casi; pero estamos
en un nudo de comunicación entre la Garrotxa, el Ripollès, el Alt Empordà y el
Vallespir, lugar ideal para el contrabando o las guerrillas carlistas, como lo
fue durante el siglo XIX. De hecho, cerquísima, tal vez tanto que no sea más que
una variante del mismo mito, se localiza al pie del Bassegoda, donde una gruta,
dicen, lleva directamente a Tolosa de Occitania. Esa idea del atajo subterráneo
con personaje sobrenatural también existe en otras partes, precisamente en
importantes vías históricas de comunicación. Pero eso lo dejaremos para otra
entrada. Solo un detalle: Tartaloetxeta (dolmen que literalmente significa casa
de Tartalo) de Zegama queda encima del camino real, un ramal del de Santiago de
la costa al “Camino Francés”. Un poco más arriba, en la divisoria de aguas, el
camino atraviesa el túnel natural de San Adrián, “boca del infierno”, según
testimonio recogido en el Centro de Interpretación del Parque Natural de
Aizkorri, de recomendable visita.
Hay quien ha visto en la versión vasca de este relato la lucha entre el estadio cazador (eso eran los dos hermanos atrapados por Tartalo) y el pastor de la humanidad. Este blog no pretende llegar tan a fondo en el análisis de los mitos. Yo me conformo con destacar de él dos cosas más allá del personaje:
Una, geográfica: que, aunque se
relata la desaparición del antropófago, el recuerdo de su existencia permanece
ligado al lugar donde supuestamente vivió, es decir, al terreno más que al
personaje. Ya he dicho que en el caso catalán hay otra interpretación mítica del
mismo espacio, y tanto en Tartaloetxeta
ze Zegama como en Muskia y Jentilbaratza de Ataun se sitúan otros interesantes mitos (citaba Jentilbaratza de hace dos entradas por otro mito, y quedan más); es decir, son los sitios los que están
mitificados. Por otro lado, se puede recordar que los mitos pirenaicos no se
ubican en altísimos Olimpos ni en islas inencontrables, sino en lugares muy
cercanos de las habitaciones humanas o de vías de comunicación: en la versión
de Zegama, las víctimas son dos hermanos de un caserío muy cercano al dolmen.
Otra, temática: en Graus es el
propio antropófago quien ofrece hospitalidad y luego devora a los invitados; en
Zegama, los hermanos se refugian de una tormenta, no es un allanamiento de
morada. Del hecho de que sea siempre el personaje más joven, como en los cuentos,
el que se libra por su valentía e ingenio, se podría decir mucho; pero ahora lo
voy a dejar. Me parece más interesante recalcar que este relato parece una
advertencia de que no todo el mundo respeta la sagrada obligación de la
hospitalidad. En el célebre (per se y por el robo) Codex Calixtinus de Santiago
de Compostela, Aymeric Picaud ponía casi a la par del Ome Granizo, Torto y
otros antropófagos a los habitantes de las alturas pirenaicas, tildándolos no
solo de inhóspitos y salvajes, sino incluso de ladrones y asesinos.
En Zegama hubo muchos hospitales
para peregrinos y gentes de paso, ya que hasta el siglo XVIII el camino real
que unía la Península con el Occidente europeo cruzaba la sierra de Aizkorri.
Les puede contar historias muy interesantes sobre la hospitalidad en el Centro
de Interpretación. MIentras tanto, pueden consultar su web: http://www.zegamaturismoa.net/
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