2012/06/05

Mitos: ¿personajes, territorios o temas?

Hace ya dos entradas que prometí hablar del “Ome Granizo” de la Sierra de Grustán, en Graus, Ribagorza aragonesa. El mito es muy conocido gracias a la Odisea: un pastor gigante antropófago de un solo ojo es cegado por Ulises con un asador al rojo vivo. Para escapar de la cueva, aprovecha la salida de las ovejas. En el caso aragonés y vasco (hay varias versiones en el Goierri guipuzcoano con el nombre de Torto o Tartalo), el gigante, guiado solo por el sonido del fugitivo, cae a un río y se ahoga. En unas versiones es guiado por un anillo parlante hasta que el joven (las víctimas son varones jóvenes) se corta el dedo chivato con un cuchillo y lo arroja al agua.
La sierra de Grustán es la típica altiplanicie que cae bruscamente por un lado.
La erosión de ciertos estratos ha sido  a menudo utilizada como refugio de rebaños.

Recordarán que en la versión griega Ulises decía llamarse “Yo mismo”. Por eso, cuando el cíclope pide ayuda y sus parientes le preguntan quién le ha cegado, responde “Yo mismo”, y ante semejante respuesta no le hacen caso. La versión catalana utiliza el mismo recurso, que aparece en otros relatos del Pirineo para engañar a lamias, brujas y otros personajes colectivos. En las referencias bibliográficas que he podido consultar de Asturias y Galicia, basadas en la habitual presentación de la mitología según sus personajes, se obvia cualquier otro dato que la propia constatación del personaje, tal vez porque es un mito de sobra conocido.
A mi entender, con ello se pierde información preciosa. Contrastando los casos pirenaicos que he localizado (no descarto que haya más), me llama la atención que en ellos la gruta, castillo o dolmen en la que habita está en parajes tan cercanos a lugares poblados que el pastor antropófago bien podía bajar a tomarse un trago al bar del pueblo después de cenarse a uno de los infelices que atrapaba. Grustán es una localidad abandonada, pero muy cercana a Graus y otras localidades menores aún habitadas; de hecho, hay una senda señalizada que es un auténtico paseo, sin dificultad, entre Pano y Graus, que pasa junto a la sierra donde vivía el Ome Granizo. En el caso catalán, en La Quera, cerca de Sant Aniol d’Aguja (otro paseo muy recomendable y fácil en el que hoy día caemos en la tentación de creernos “en plena naturaleza”) parece que está lejos de los núcleos de población porque Talaixá está abandonado, y los pueblos vecinos, casi; pero estamos en un nudo de comunicación entre la Garrotxa, el Ripollès, el Alt Empordà y el Vallespir, lugar ideal para el contrabando o las guerrillas carlistas, como lo fue durante el siglo XIX. De hecho, cerquísima, tal vez tanto que no sea más que una variante del mismo mito, se localiza al pie del Bassegoda, donde una gruta, dicen, lleva directamente a Tolosa de Occitania. Esa idea del atajo subterráneo con personaje sobrenatural también existe en otras partes, precisamente en importantes vías históricas de comunicación. Pero eso lo dejaremos para otra entrada. Solo un detalle: Tartaloetxeta (dolmen que literalmente significa casa de Tartalo) de Zegama queda encima del camino real, un ramal del de Santiago de la costa al “Camino Francés”. Un poco más arriba, en la divisoria de aguas, el camino atraviesa el túnel natural de San Adrián, “boca del infierno”, según testimonio recogido en el Centro de Interpretación del Parque Natural de Aizkorri, de recomendable visita.

Hay quien ha visto en la versión vasca de este relato la lucha entre el estadio cazador (eso eran los dos hermanos atrapados por Tartalo) y el pastor de la humanidad. Este blog no pretende llegar tan a fondo en el análisis de los mitos. Yo me conformo con destacar de él dos cosas más allá del personaje:
Una, geográfica: que, aunque se relata la desaparición del antropófago, el recuerdo de su existencia permanece ligado al lugar donde supuestamente vivió, es decir, al terreno más que al personaje. Ya he dicho que en el caso catalán hay otra interpretación mítica del mismo espacio, y tanto en Tartaloetxeta ze Zegama como en Muskia y Jentilbaratza de Ataun se sitúan otros interesantes mitos (citaba Jentilbaratza de hace dos entradas por otro mito, y quedan más); es decir, son los sitios los que están mitificados. Por otro lado, se puede recordar que los mitos pirenaicos no se ubican en altísimos Olimpos ni en islas inencontrables, sino en lugares muy cercanos de las habitaciones humanas o de vías de comunicación: en la versión de Zegama, las víctimas son dos hermanos de un caserío muy cercano al dolmen.
Zegama: subiendo un poco desde uno de los paseos señalizados, se encuentra
el centro de interpretación del Parque Natural y más abajo el pueblo.
Tras la colina de praderas, el caserío de las víctimas. Tartaloetxeta queda detrás, hoy cubierto de pinos.
Más al fondo a la derecha, bajo una espesa niebla, la ruta que hasta el siglo XVIII fue camino real.
Otra, temática: en Graus es el propio antropófago quien ofrece hospitalidad y luego devora a los invitados; en Zegama, los hermanos se refugian de una tormenta, no es un allanamiento de morada. Del hecho de que sea siempre el personaje más joven, como en los cuentos, el que se libra por su valentía e ingenio, se podría decir mucho; pero ahora lo voy a dejar. Me parece más interesante recalcar que este relato parece una advertencia de que no todo el mundo respeta la sagrada obligación de la hospitalidad. En el célebre (per se y por el robo) Codex Calixtinus de Santiago de Compostela, Aymeric Picaud ponía casi a la par del Ome Granizo, Torto y otros antropófagos a los habitantes de las alturas pirenaicas, tildándolos no solo de inhóspitos y salvajes, sino incluso de ladrones y asesinos.

En Zegama hubo muchos hospitales para peregrinos y gentes de paso, ya que hasta el siglo XVIII el camino real que unía la Península con el Occidente europeo cruzaba la sierra de Aizkorri. Les puede contar historias muy interesantes sobre la hospitalidad en el Centro de Interpretación. MIentras tanto, pueden consultar su web: http://www.zegamaturismoa.net/

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