2012/06/20

De Juan a Pedro

Se acerca San Juan, la noche más mágica, tanto o más que la de Navidad. Bordeando los solsticios, en ambas noches el fuego, el agua y las plantas adquieren virtudes muy especiales. Vaya por delante una obviedad: pese a que la variedad de rituales es amplísima, en este caso las coincidencias no son solo pirenaicas, sino, por lo menos, de todo el Occidente europeo. Y más evidente que nunca que el nombre cristiano no oculta un paganismo que, y eso sí es destacable, está muy vivo hasta en sociedades muy urbanas y laicas. Es tanto lo que se puede contar de San Juan que necesariamente hay que elegir el ejemplo, hoy más que nunca. Y eso que la próxima entrada también se la dedicaré al mismo tema.

Me he decantado por emparejar esta vez el mismo ritual en versión vizcaína y aranesa. Se trata de la cura de la hernia. Azkue recoge ejemplos vascos desde Álava y Bizkaia hasta Zuberoa pasando por los valles alto y bajonavarros, y señala otros en Aragón y hasta en Alemania. Consistía, básicamente, en hendir un roble joven a lo largo –aunque unido por arriba y abajo–, de tal manera que pasara por él la criatura (porque no solían ser personas adultas) herniada. Dos o tres hombres (según versiones) de nombre Juan se pasaban la criatura varias veces –de tres a nueve– por dentro y por fuera del roble mientras sonaban las campanadas de medianoche y repetían frases ritualizadas. En algunos lugares el nivel de exigencia es mayor: los sanadores han de llamarse uno Juan y el otro Pedro y ser hermanos, al menos en Bizkaia –en Otxandio, mellizos; en Amorebieta consecutivos de la misma madre–. Después se ata el roble de nuevo, con la camisa de la persona enferma en Vilamòs, o con cuerdas pero dejando en el árbol la camisa, en los ejemplos vascos. Dejar una prenda de la persona que se desea sanar es muy habitual en fuentes sanjuaneras. En Aran, si se seca, es decir, si el árbol se queda con la enfermedad, la persona herniada sanará; si no, no. En el caso vasco es al revés: si se seca, es decir, si no se cura, no se cura la persona herniada. Aunque parece contradictorio, en el fondo responden a una misma concepción de traspaso de la enfermedad a otro ámbito similar en un momento mágico. En un caso, se entiende que la enfermedad se ha transferido; por eso, recoger tales ropas, o vegetales frotados en otros rituales, o monedas lanzadas con tal fin a tales pozos, etc., acarrea la enfermedad. Aunque también se puede entender que si hasta el árbol sana, es que la fuerza mágica de la noche ha surtido efecto. A diferencia de las religiones, los mitos no son dogmáticos y se pueden interpretar de modos muy diferentes. Por otro lado, el pensamiento mágico es más complejo de lo que parece, sobre todo para quienes, criados en el razonamiento científico, solo hemos conocido sus últimas manifestaciones.
Roble del aprque de Mendibil, en Irun. A la derecha se aprecia uno de los paneles
informativo-interpretativos que aúnan características físicas, utilidades prácticas
y valores culturales asociados a cada especie del parque.
Ahora debería hacer una conexión con patrimonio cultural vinculado a estos mitos en Bizkaia y/o Val d’Aran, como otras veces. De hecho, en Vilamòs pueden visitar el ecomuséu Ço de Joanchiquet: http://www.visitvaldaran.com/ar/descubre-valdaran/patrimoni-culturau/item/1823-ecomuseu-co-de-joanchiquet/1823-ecomuseu-co-de-joanchiquet Joan, en todas sus variantes, ha sido uno de los nombres más habituales en las lenguas pirenaicas hasta ahora mismo, y muchas casas se llaman así.

Desde la ermita de la Maire de Diu de Lin, a la que no le faltan relatos míticos,
se aprecia al fondo la ladera de Sant Miqueu, emplazamiento del primitivo Vilamòs.

Pero si he elegido el ejemplo de Aran es porque casi me parece una frivolidad interesarme por el patrimonio inmaterial mítico cuando su soporte, la lengua, está en riesgo de desaparecer. “Un país sauvat encara des malurs des occitans” canta el grupo aranés Bramatopin (he oído la canción, no sé si la he transcrito bien). “Encara”, todavía, la lengua de oc se habla en Aran, y es oficial tras siglos de no serlo. Me llamó la atención saber, en el Col·loquie d’Estudis Transpirenenques del año pàsado en Salardú, que en Aran su lengua no se escribía, cuando en el País Vasco el gascón se utilizó por lo menos hasta el siglo XVII (documentación donostiarra desde el s. XIV, Fors et Costumas deu Royaume de Navarra deça Ports en 1645, etc.) a diferencia de la lengua vasca, hasta que fue sustituido paulatinamente por el castellano o francés, según caso. En Irun mismo hay varios topónimos de origen gascón, como la casa natal de mi abuela, Tompesenea, o la de unos parientes, Ernautenea (enea es el sufijo vasco que indica que eran casa de Tompes y Ernaut), Dumboa, Premaut, Blaia… En Donostia abundan: Urgull, Monpas, Aiete, Morlaans… En Baiona se ha considerado la lengua de sus naturales hasta mediados de este siglo, y presumían de sus particularidades frente a las localidades vecinas, ya landesas. El euskara lo hablaban los campesinos que “bajaban” a la ciudad.
He preparado un módulo interactivo sobre la lengua vasca para el donostiarra Museo San Telmo. Obviamente, cito varias veces a su vecina, pues ambas lenguas conviven y se han influido mutuamente desde que se romanizó Gascuña; por eso hablo de gascón, porque algunos de los rasgos específicos que le dan tanta personalidad frente a los grandes dialectos de la lengua de oc se deben a su contacto con el euskara. Una trabajadora del museo, donostiarra y a la que tengo por culta e interesada en temas variopintos, al leer los textos, se sorprendió: ¿gascón? Pensaba que eso… que no existía, vaya. Me heló la sangre. Cada vez que creo que estoy bajando el pistón para llegar a un público mayor, me doy un trompazo contra la realidad. Y después entro en la página web oficial del ayuntamiento de Vilamòs para comprobar un dato y me encuentro que está solo en castellano y en catalán, como la de Salardú, mientras que la de Bausén está solo en catalán y la de Canejan solo en castellano… En fin, que el trompazo me sangra y me obliga a replantearme por dónde habría de empezar cuando quiero poner en valor el patrimonio inmaterial pirenaico.

En fin, como les dirían en mi pueblo (aunque no sé si queda nadie que lo cante aparte de quienes nos juntamos en el caserío Bidaerreka):
San Juan, San Juan heldu da,
sorgiñaren begia galdu da;
galdu bada galdu bedi, berriz ez dadila etorri.
Que se pierda el ojo de la bruja, pero que el gascón no se pierda, aunque nadie crea ya en brujas.
En el caserío Bidaerreka se hacen dos hogueras la noche de San Juan.
La grande es más lúdica y se canta el San Juan San Juan heldu da irundarra.


La segunda es más ritual: se queman los laureles y romeros del Domingo de Ramos
del año anterior (actualmente, enteros; cuando era pequeño cada vez que tronaba
se echaban unas hojas al fuego), mientras se salta sobre la fogata cantando a cada salto:
San Juan Bautista / Ona barrenera / Gaixtua kanpora / Sarna fuera. Y así tres veces.
A la mañana siguiente, mi tía esparce las cenizas por la huerta y los campos.
Esta tradición nos proviene del Bidasoa navarro, de donde es originaria mi familia materna.

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