De nuevo recurro al Pont d’Arcalís para el título, en este caso obtenido de
unos contra-goigs. Y tanto que contra, porque en vez de pedir a favor de lo que
siempre se pretende evitar… si no es para el pueblo vecino: “Sant Corneli, leri, leri, aplaneu els d’Aramunt”.
Los versos finales de la entrada anterior daban pie a muchos comentarios,
como la incapacidad de eliminar tan formidable fuerza de la naturaleza (o de
las brujas, diablos u otros seres malignos, o simplemente que la naturaleza sin
cristianizar se presenta siempre brutalmente hostil…) como son las tempestades,
y a lo más que se llega es a desviarlas, una de las principales funciones de
los curas. Y a veces de los no curas: ermitaños, sacristanes, mendigos, algunos
hombres y sobre todo mujeres podían conjurarlas. Y en algunos relatos, mujeres
contra mujeres, concretamente nueras contra suegras-brujas provocadoras de
tormentas, o directamente Mari… El uso de ciertas plantas, de ciertas
vestimentas, de ciertas herramientas, minerales, del agua y el fuego, la
edificación de lugares específicos como los esconjuraderos aragoneses o
catalanes, la enorme variedad e importancia de rituales, etc. evidencian la
importancia de la lluvia y fenómenos anexos en todas las comunidades
tradicionales pirenaicas, y realmente fuera del Pirineo también.
Ya se apuntó en la entrada anterior. Ahora solo quiero centrarme en el
concepto “comunidades” que acabo de citar. Al célebre cura aragonés no le
bastaba conjurar las nubes de tormenta y desviarlas. También pretendía que “pa´ que jodiendo al vecino lo hicieran en
Plan”. Podía enviarla a montes deshabitados, fórmula muy habitual.
¿Deshabitados? Así lo hacía un cura de la comarca guipuzcoana de Goierri, hacia
Aralar, y provocaba la ira de los pastores que allí se encontraban. Pocos
montes hay realmente montaraces en el Pirineo. Pero el cura Bruno Fierro, como
otros muchos, ni lo intentaba, al contrario, y directamente indicaba el valle
vecino. Las fórmulas de conjuro son variadísimas, pero se pueden resumir en “protege
lo mío y lo de mis amistades y fastidia a tal o cual.
Un ejemplo: el cura de Arizkun, en el navarro valle de Baztan, no
disimulaba su desprecio al barrio de Bozate y usaba esta fórmula que mezclaba
euskara y romance, algo habitual: Guarda
la Arizkun, borroka la Bozate.
Hay muchos lugares en el Pirineo que manifiestan sobre el terreno "el otro"; pero pocos, tal vez ninguno, tan claramente como Bozate. |
La rivalidad entre casas, barrios, pueblos y valles vecinos es una de las
características de las sociedades tradicionales (y de las modernas, aunque
ahora las distancias pueden ser mayores y canalizadas deportivamente… o no, pero
lo voy a dejar ahí). La lluvia, elemento vital, es un fenómeno meteorológico
que no podía quedar fuera del orden social. Una fórmula de excomunión del s.
XVII donostiarra, entre otras cosas tremebundas dice: “no llueva el cielo sobre cosa vuestra, sino fuego y piedra”.
Por lo general las cosas no son tan terribles y hasta acaban siendo motivo
de risa… eso sí, burlesca, como corresponde a las relaciones vecinales. Además
de lo arriba citado, unes cobles del Peirot, de nuevo cantadas por el Pont,
cierran esta entrada con la misma pregunta que la anterior: ¿para qué sirven los
santos si ni siquiera controlan los fenómenos atmosféricos?
Els
martisants de Peramea
les han dut a Montcortés
amb fe que farien ploure
però d’això no hi hagut res.
S’han hagut de barallar,
la di-go, di-go, di-go, di-go
S’han hagut de barallar
per poder-los fer tornar.
les han dut a Montcortés
amb fe que farien ploure
però d’això no hi hagut res.
S’han hagut de barallar,
la di-go, di-go, di-go, di-go
S’han hagut de barallar
per poder-los fer tornar.
Peramea visto desde el camino a Montcortés. |