2012/05/14

Cuentos de viejas

Mentre el món será món
Sendrosa será de Son.

Son es una localidad que se merece entrada propia por su riqueza de mitos sobre el terreno:
cuevas residencia de encantàries, telas que se les roban cuando hacían la colada en la bassa,
su torre para conjurar tormentas... Y un centro de la Fundació Territori i Paisatge de la Caixa.

Son es un pueblo de la Vall d’Àneu, y la montaña de Sendrosa está en Naut Aran. No están muy lejos, pero no están unidos territorialmente. La sentencia en verso que adjudica una montaña aranesa a un pueblo pallarés se justifica en un relato mítico: una vieja, última habitante de una localidad despoblada por la peste, fue de pueblo en pueblo pidiendo que la acogieran hasta sus últimos días. Solo Son le dio hospitalidad, por lo que dejó en herencia a la localidad las posesiones de su pueblo original, como única propietaria restante. La misma explicación justifica el sinuoso contorno del vecino municipio de Esterri d’Àneu, propietario del barranco de Rose. También en la Val d’Aran el municipio de Vilac es de considerable extensión gracias a anexionarse varios despoblados, y uno de ellos se justifica con el mismo relato. Relato que nos lleva del Pirineo más pirenaico a donde apenas se le puede llamar así, en la comarca navarra de Tierra Estella.

 Pero hoy me voy a centrar en otros dos ejemplos, uno de ellos en los despoblados de Aistra y Amamio, y otro en Sevil, enclave del municipio de Adahuesca, en el denominado Prepirineo aragonés. Y por dos motivos:
Uno y principal, porque después de una docena de entradas poniendo ejemplos vasco-catalanes, es decir, distantes en kilómetros, no me hace falta demostrar que las coincidencias no se deben a la cercanía o algún otro tipo de contacto geográfico. De todos modos, entre la Llanada alavesa y el Somontano oscense hay un buen trecho.
Dos, porque lo que me interesa de ambos ejemplos no es su mera constatación, sino la vinculación de cada cual con otros patrimonios. Y uno de ellos enlaza directamente con el objetivo de puesta en valor de este blog.
Aistra es un despoblado del que solo queda una ermita prerrománica. Es limítrofe con Zalduondo, incluso más cercano a su núcleo que Araia, capital del municipio de Asparrena. Las excavaciones arqueológicas han descubierto una población altomedieval y han aportado mucha información de una época sobre la que la documentación escrita apenas ofrece datos. También en Asparrena, concretamente entre Araia y Albeniz, solo queda la ermita románica de San Juan, otrora iglesia de la ya en el siglo XV denominada “aldea yerma” de Amamio. Como en la Val d’Àneu, la misma leyenda se ubica en dos municipio fronterizos. En el caso alavés la diferencia es que la última anciana deja su legado a dos localidades, no solo a una, tal vez porque los despoblados no son enclaves ni están alejados de sus vecinos. La leyenda, pues, mantiene una memoria del pasado –evidentemente de modo ahistórico y acientífico, puesto que el mensaje principal es la apología de la hospitalidad–.
Ermita de San Julián y Santa Basilisa de Aistra
No es raro que el patrimonio mítico, además de su valor intrínseco, contenga valor arqueológico o de otro tipo. De hecho, lo raro es que no forme parte de un patrimonio más amplio. Así halló Barandiaran un castillo medieval con restos romanos y su primer dolmen en su propio pueblo, Ataun, en busca del lugar de enterramiento de los “gentiles”. Después halló muchos otros megalitos y yacimientos arqueológicos siguiendo pistas inmateriales, y a su vez recogió muchos otros relatos míticos a partir de sus excavaciones.

En Adahuesca, a partir del relato de las abuelas (aquí son dos) de Sevil, se ha creado un Centro de Interpretación de Leyendas y Tradiciones. Incluso hay un hotel en la misma localidad que se llama así: “Las abuelas de Sevil”. En Abizanda, en la vecina comarca de Sobrarbe, también se encuentra el Museo de Creencias y Religiosidad Popular del Pirineo Central. Una cosa lleva a la otra, y en la misma localidad, intentando aprovechar las afluencias (sinergias queda más fino) de un público que ya ha llegado hasta la localidad, se halla también el Centro de Interpretación del Arte de los Títeres, iniciativa de los Titiriteros de Binéfar, así como el transfronterizo Centro de Documentación Cultural de la comarca aragonesa de Sobrarbe y la bigurdana de Aure.

Eso sí que es poner en valor, social, cultural y turístico, los “cuentos de viejas”.

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