Sendrosa será de Son.
Son es un pueblo de la Vall
d’Àneu, y la montaña de Sendrosa está en Naut Aran. No están muy lejos, pero no
están unidos territorialmente. La sentencia en verso que adjudica una montaña
aranesa a un pueblo pallarés se justifica en un relato mítico: una vieja,
última habitante de una localidad despoblada por la peste, fue de pueblo en
pueblo pidiendo que la acogieran hasta sus últimos días. Solo Son le dio
hospitalidad, por lo que dejó en herencia a la localidad las posesiones de su
pueblo original, como única propietaria restante. La misma explicación
justifica el sinuoso contorno del vecino municipio de Esterri d’Àneu,
propietario del barranco de Rose. También en la Val d’Aran el municipio de Vilac
es de considerable extensión gracias a anexionarse varios despoblados, y uno de
ellos se justifica con el mismo relato. Relato que nos lleva del Pirineo más
pirenaico a donde apenas se le puede llamar así, en la comarca navarra de
Tierra Estella.
Pero hoy me voy a centrar en otros dos
ejemplos, uno de ellos en los despoblados de Aistra y Amamio, y
otro en Sevil, enclave del municipio de Adahuesca, en el denominado Prepirineo
aragonés. Y por dos motivos:
Uno y
principal, porque después de una docena de entradas poniendo ejemplos
vasco-catalanes, es decir, distantes en kilómetros, no me hace falta demostrar
que las coincidencias no se deben a la cercanía o algún otro tipo de contacto geográfico.
De todos modos, entre la Llanada alavesa y el Somontano oscense hay un buen
trecho.
Dos, porque lo
que me interesa de ambos ejemplos no es su mera constatación, sino la vinculación
de cada cual con otros patrimonios. Y uno de ellos enlaza directamente con el
objetivo de puesta en valor de este blog.
Aistra es un despoblado del que solo queda una ermita prerrománica. Es limítrofe
con Zalduondo, incluso más cercano a su núcleo que Araia, capital del municipio
de Asparrena. Las excavaciones arqueológicas han descubierto una población
altomedieval y han aportado mucha información de una época sobre la que la
documentación escrita apenas ofrece datos. También en Asparrena, concretamente
entre Araia y Albeniz, solo queda la ermita románica de San Juan, otrora
iglesia de la ya en el siglo XV denominada “aldea yerma” de Amamio. Como en la
Val d’Àneu, la misma leyenda se ubica en dos municipio fronterizos. En el caso
alavés la diferencia es que la última anciana deja su legado a dos localidades,
no solo a una, tal vez porque los despoblados no son enclaves ni están alejados de sus vecinos. La leyenda, pues, mantiene una memoria del pasado –evidentemente
de modo ahistórico y acientífico, puesto que el mensaje principal es la
apología de la hospitalidad–.
Ermita de San Julián y Santa Basilisa de Aistra |
No es raro que el patrimonio mítico, además de su valor intrínseco, contenga
valor arqueológico o de otro tipo. De hecho, lo raro es que no forme parte de
un patrimonio más amplio. Así halló Barandiaran un castillo medieval con restos
romanos y su primer dolmen en su propio pueblo, Ataun, en busca del lugar de enterramiento de
los “gentiles”. Después halló muchos otros megalitos y yacimientos
arqueológicos siguiendo pistas inmateriales, y a su vez recogió muchos otros
relatos míticos a partir de sus excavaciones.
En Adahuesca, a partir del relato
de las abuelas (aquí son dos) de Sevil, se ha creado un Centro de Interpretación de Leyendas y Tradiciones. Incluso hay un hotel en la misma
localidad que se llama así: “Las abuelas de Sevil”. En Abizanda, en la vecina
comarca de Sobrarbe, también se encuentra el Museo de Creencias y Religiosidad Popular del Pirineo Central. Una
cosa lleva a la otra, y en la misma localidad, intentando aprovechar las
afluencias (sinergias queda más fino) de un público que ya ha llegado hasta la
localidad, se halla también el Centro
de Interpretación del Arte de los Títeres, iniciativa de los Titiriteros
de Binéfar, así como el transfronterizo Centro de Documentación Cultural de la comarca aragonesa de Sobrarbe y la bigurdana de Aure.
Eso sí que es poner en valor, social,
cultural y turístico, los “cuentos de viejas”.
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