2012/05/27

Sequías económicas

Estaba preparando una entrada sobre los cíclopes pirenaicos, por seguir con el congreso de Graus, cuando he oído la noticia de que en la Vall de Boí, en la Alta Ribagorça catalana, la estación de esquí puede cerrar y dejar sin trabajo a 400 personas, que es como decir a todo el valle.

Acababa la entrada precedente sugiriendo que las anteriores décadas de enriquecimiento tal vez sean un espejismo en la secular pobreza pirenaica. En Boí, las iglesias románicas de altos campanarios  y magníficas pinturas se alzaron gracias al botín de la conquista de Barbastro, hasta entonces bajo poder árabe.
San Climent e interior de Santa María (reproducción de las pinturas).
Cuando los visitamos en verano de 2010, la guía, de origen local pero estudiante en Barcelona,
nos atendió en catalán... hasta que nos oyó hablar y empezé en euskara:
lo estaba aprendiendo porque sí, porque le apetecía.
Espero que en estos tiempos de crisis le valga para mantener su trabajo,
aunque el público vasco no es el más numeroso en este valle pirenaico.
 
Dicen quienes saben de esto que el románico de Boí ya estaba anticuado para cuando se construyó. Durante siglos fue despreciado por las pocas personas “cultas” que se interesaron por el valle, desde Alfonso el Magnánimo, típico ejemplo de humanismo renacentista criado en Sicilia (¡imagínense el contraste!) hasta el ilustrado dieciochesco Francisco Zamora, que afirmó no haber hallado ningún edificio monumental o artístico. El romanticismo decimonónico y la Renaixença catalana sí las consideraron patrimonio. Pero… ¿lo pusieron en valor? ¿Llevarse sus pinturas al Museo Nacional d’Art de Catalunya, es decir, a Barcelona, es salvaguarda o expolio? En su momento, las gentes del lugar entendieron lo segundo. ¿Se habrían conservado mejor o peor in situ? ¿O tal vez habrían acabado en Boston, junto a otras obras de arte? El caso es que ahora, declaradas Patrimonio de la Humanidad, son el gran motor económico del valle… después de la nieve. También les ha llegado la crisis, y el número de iglesias permanentemente abiertas pasa de seis a dos. La noticia no lo especificaba, pero parece que por descenso del número de visitantes, tal vez al dejar de subir a esquiar.

Del cambio de percepción de la montaña y del patrimonio cultural se habló mucho en el VII Col·loqui d’Estudis Transpirinencs celebrado en Salardu (Val d’Aran) en otoño de 2011. Cómo no, ya entonces se habló mucho de la crisis y del peligro de centrar casi toda la actividad económica en torno a la nieve en estos tiempos de cambio climático. Y se proponía diversificar, por ejemplo poniendo en “otro” valor naturaleza y cultura, algo que, entre otras cosas, podría repartir la presión demográfica y medioambiental que sufren (o se benefician, según se mire) puntos muy concretos. Tampoco se caía en un optimismo ingenuo: ni es fácil, ni es viable a corto plazo, ni es una buena opción expandir los problemas aparejados a la oferta turística actual.
En la visita del Col·loqui al renovado Museo de la Val d'Aran, en Vielha, comprobamos
que el discurso ha incorporado la nueva realidad económica y social del valle, basada en el turismo y el esquí.
Por tanto, no pretenderé que una propuesta de puesta en valor turístico del patrimonio inmaterial pirenaico baste como alternativa válida al actual estado de cosas económicas; pero tal vez sí vaya en la misma dirección de un desarrollo natural y culturalmente sostenible, cuya aplicación en todo caso no sería perjudicial. En Boí, valle rico en patrimonio inmaterial, es factible, pues no es nada difícil hallar paralelismos entre sus mitos y los de otros rincones pirenaicos.

Como ya hablé de las encantarias en la anterior entrada, me centraré en un patrimonio también románico que pasa desapercibido ante Sant Climent y Santa María de Taüll. En Sant Quirc se ubica una interesante interptetación de un ritual conocidísimo en todo el Pirineo y mucho más lejos: las aspersiones o inmersiones rituales de imágenes santas para propiciar la lluvia en tiempos de sequía.
San Quirc, como otras ermitas dedicadas al mismo santo, marca un hito en el paisaje.
De los abundantes ejemplos, me gusta emparejar el de Taüll, cuya “regañina y mojadura” al santo por las mujeres del pueblo provocó un aguacero, con la versión de Santiagotxo de Hondarribia. Hasta que leí la versión de Coll en Muntanyes Maleïdes, pensé que la hondarribiarra era una versión gamberra, proveniente del padre de una amiga (hola, Arantxa), de la misma generación y extracción sociocultural que mi padre. Ambos se llamaban Julián, nacieron cerca de Santiagotxo, eran obreros de primera generación provenientes de familias campesinas y preferían expresarse en castellano (identificaban el euskara con la generación anterior y el mundo rural, es decir, un pasado a superar: recuerden lo que decía en la entrada precedente sobre la transmisión lingüística). Y ambos reinterpretaban relatos míticos de forma muy irreverente… críticos y a la vez más enraizados de lo que creían en la tradición oral. Según Julián de Maidanea (mi padre era de Komentutxikiberri), sacaron al santo en procesión y no llovió. Lo volvieron a sacar, y tampoco. A la tercera le dijeron: “Bueno, Santiagotxo, o somos o no somos” y lo tiraron a un pozo. Y llovió.
No busquen en su interior el Santiago peregrino original, del siglo XIV.
Lo robaron y ahora hay un típico matamoros a caballo sin valor escultórico.
El expolio es otra característica del patrimonio artístico pirenaico, favorecido
por la desidia generalizada ante el patrimonio "menor" de los años del franquismo.
No es de despreciar el valor de que tanto Santiagotxo como Sant Quirze son más topónimos, nombres de lugar, que personajes. Aunque la conclusión más inmediata es que la religiosidad popular, incluso cuando aparentemente es ridiculizada, es muy pragmática: ¿para qué sirve un santo si no funciona?  

2012/05/22

Una montaña… ahí se queda;

pero una historia, si se pierde, no queda nada.

 Así resumió Josefina Loste la filosofía del Museo, del Corro des Bailes y de más iniciativas culturales de San Juan de Plan, en el aragonés valle de Chistau (Sobrarbe). Es un magnífico ejemplo de cómo se expresan las ideas en la forma de pensar tradicional: en vez de conceptos abstractos, se plantea una imagen poderosísima (la montaña, mole de materia enorme y perenne) en contraste a lo más inmaterial, una historia que sale de una boca y llega a unos oídos, que lo transmitirán, si lo hacen, a saber cómo, dónde, cuándo… No hay soporte más vulnerable. Pues, aunque parezca mentira, ha servido durante siglos y casi en exclusiva para transmitir toda una concepción del mundo entre las montañas pirenaicas. Sí, el mundo siempre está cambiando, nunca ha sido estático, y precisamente la tradición oral es capaz de adaptarse a los constantes cambios, generación a generación, valle a valle, sin solución de continuidad.
Jóvenes de Chistau jugando con la game boy o similar; para mantener "lo de siempre"
hay que renovarse constantemente, y ahora los bailes son intergeneracionales, algo
poco habitual en los grupos de folklore; a este grupo le interesa más la cohesión
de una comunidad geográfica y cultural que valores meramente coreográficos.
Desde hace unas décadas, poco más de un siglo según el lugar, el ritmo se ha acelerado tanto que ya no hablamos de cambio sino de desaparición de un modo de vida. La montaña… ahora es lugar de ocio, pero ahí queda. ¿Qué queda de las historias que no se han recogido? Seguro que mucho se ha perdido para siempre. Pero el Pirineo sigue vivo, y tan cambiante que Josefina Roma, antropóloga de la Universidad, se expresó como su tocaya Loste y pidió, también con un ejemplo más gráfico que académico, que se siga recogiendo la actual realidad pirenaica, sin caer en la trampa de mirar solo al pasado en busca de una “autenticidad” que no es tal. Si no, mañana tendremos que recoger lo que no hemos recogido hoy, y por tanto lo haremos tarde y mal. 

De todo esto y de mucho más se ha hablado este fin de semana en el Congreso de Cultura y Patrimonio “Pirineos en red” organizado desde el “Espacio Pirineos” de Graus, en la Baja Ribagorza. Vaya mi felicitación y agradecimiento por delante. Ha sido tan enjundioso que no se puede resumir en una entrada de blog. Ya irán saliendo referencias en otras ocasiones. Ahora me quiero centrar en el proyecto de uso del patués en la escuela que expuso su impulsora, Carmen Castán. Como Loste en el vecino Chistau, ejemplificó lo arriba expuesto: en el valle (la casa es la unidad básica, y el valle la referencia geográfica primaria), la tradición oral es tan rica precisamente por su flexibilidad, y se matiza de generación en generación, y varía de pueblo a pueblo. Se podría decir que “fluye”, de modo que el agua nunca es la misma pero reconocemos el mismo río cultural… hasta que el curso de transmisión está a punto de secarse hace 40 años, cuando el habla y todo lo que conlleva se identifica con atraso, pobreza e ignorancia­. Lo sabemos muy bien quienes nacimos en los sesenta en un entono rural muy distinto lingüísticamente, pero muy similar sociolingüísticamente.
Y Castán, como Loste, no quiere que se pierdan sus historias, y las utiliza para avivar el patués entre la chiquillería. No idealiza la dureza de la vida campesina, al contrario: en un Benasque que ha pasado en una generación del sector más primario al terciario del ocio, las criaturas han de respetar y entender un paisaje cultural (más que natural: esa fue otra de las aportaciones del Congreso), fruto de la interrelación con una naturaleza hostil… hasta que la nieve (Maladeta se interpreta como “maldita” según un mito de castigo a la falta de hospitalidad) ha pasado a ser una bendición. Las leyendas, mitos y tradiciones, además de un inmenso poder evocador (y no solo entre una audiencia infantil), ubican en el paisaje toda una forma de entender las relaciones con la naturaleza y la sociedad. Y una vez que las sabemos, ya no percibimos igual el paisaje donde transcurren.
Hilando y cardando junto a los músicos. Loste insistió mucho en mostrar tanto
los bailes como el trabajo, siempre duro; en la montaña nada es regalado,
y hasta las encantarias hilan, tejen, bordan y lavan la ropa.
Un ejemplo recogido por la propia Castán, publicado en uno de los “Cuentets en patués”: un mozo se enriqueció al robar “un ixugamán bordau dan filo de oro” en la Gorga de las Encantarias de Castanesa la noche de San Juan. Sí, se enriqueció, pero tuvo mala muerte tras la maldición de las encantarias. Me recuerda a la maldición de los gentiles cuando los herederos de la casa Agerre de Ataun (Goierri, Gipuzkoa) les arrebataron una sobrecama de oro. Los personajes son distintos, pero la lección moral es la misma: el enriquecimiento ilegítimo tiene su castigo. Porque en la sociedad tradicional, las relaciones de respeto a la vecindad imperan hasta con los personajes míticos (“el otro” en que siempre nos miramos).
Ilustración de Mario Bielsa, Milena Casado, Álvaro Ocón y/o Sandra Valle,
de la escuela de Castilló de Sos en el curso 2008/09.
Jentilbaratz, frente al caserío Agerre. La montaña ahí se queda, pero mordida por una cantera.
El mito nos remite al patrimonio arqueológico: en la cima hay restos medievales y romanos.
En estos tiempos de crisis (inevitable referencia en todo el Congreso) tras un rápido auge económico en algunos puntos muy concretos del Pirineo que parecía superar siglos, milenios de pobreza (¿tal vez solo un espejismo?), me parece loable que se transmita a la generación que ya está creciendo ejemplos de trabajo nunca suficientemente reconocido (y no digamos remunerado) como el de Loste y Castán, y modelos de comportamiento –ubicados en su propio entorno y provenientes de sus antecesores– que condenan el robo y la obsesión por la riqueza rápida.

Y si son en chistavín o en patués, tanto mejor.

2012/05/14

Cuentos de viejas

Mentre el món será món
Sendrosa será de Son.

Son es una localidad que se merece entrada propia por su riqueza de mitos sobre el terreno:
cuevas residencia de encantàries, telas que se les roban cuando hacían la colada en la bassa,
su torre para conjurar tormentas... Y un centro de la Fundació Territori i Paisatge de la Caixa.

Son es un pueblo de la Vall d’Àneu, y la montaña de Sendrosa está en Naut Aran. No están muy lejos, pero no están unidos territorialmente. La sentencia en verso que adjudica una montaña aranesa a un pueblo pallarés se justifica en un relato mítico: una vieja, última habitante de una localidad despoblada por la peste, fue de pueblo en pueblo pidiendo que la acogieran hasta sus últimos días. Solo Son le dio hospitalidad, por lo que dejó en herencia a la localidad las posesiones de su pueblo original, como única propietaria restante. La misma explicación justifica el sinuoso contorno del vecino municipio de Esterri d’Àneu, propietario del barranco de Rose. También en la Val d’Aran el municipio de Vilac es de considerable extensión gracias a anexionarse varios despoblados, y uno de ellos se justifica con el mismo relato. Relato que nos lleva del Pirineo más pirenaico a donde apenas se le puede llamar así, en la comarca navarra de Tierra Estella.

 Pero hoy me voy a centrar en otros dos ejemplos, uno de ellos en los despoblados de Aistra y Amamio, y otro en Sevil, enclave del municipio de Adahuesca, en el denominado Prepirineo aragonés. Y por dos motivos:
Uno y principal, porque después de una docena de entradas poniendo ejemplos vasco-catalanes, es decir, distantes en kilómetros, no me hace falta demostrar que las coincidencias no se deben a la cercanía o algún otro tipo de contacto geográfico. De todos modos, entre la Llanada alavesa y el Somontano oscense hay un buen trecho.
Dos, porque lo que me interesa de ambos ejemplos no es su mera constatación, sino la vinculación de cada cual con otros patrimonios. Y uno de ellos enlaza directamente con el objetivo de puesta en valor de este blog.
Aistra es un despoblado del que solo queda una ermita prerrománica. Es limítrofe con Zalduondo, incluso más cercano a su núcleo que Araia, capital del municipio de Asparrena. Las excavaciones arqueológicas han descubierto una población altomedieval y han aportado mucha información de una época sobre la que la documentación escrita apenas ofrece datos. También en Asparrena, concretamente entre Araia y Albeniz, solo queda la ermita románica de San Juan, otrora iglesia de la ya en el siglo XV denominada “aldea yerma” de Amamio. Como en la Val d’Àneu, la misma leyenda se ubica en dos municipio fronterizos. En el caso alavés la diferencia es que la última anciana deja su legado a dos localidades, no solo a una, tal vez porque los despoblados no son enclaves ni están alejados de sus vecinos. La leyenda, pues, mantiene una memoria del pasado –evidentemente de modo ahistórico y acientífico, puesto que el mensaje principal es la apología de la hospitalidad–.
Ermita de San Julián y Santa Basilisa de Aistra
No es raro que el patrimonio mítico, además de su valor intrínseco, contenga valor arqueológico o de otro tipo. De hecho, lo raro es que no forme parte de un patrimonio más amplio. Así halló Barandiaran un castillo medieval con restos romanos y su primer dolmen en su propio pueblo, Ataun, en busca del lugar de enterramiento de los “gentiles”. Después halló muchos otros megalitos y yacimientos arqueológicos siguiendo pistas inmateriales, y a su vez recogió muchos otros relatos míticos a partir de sus excavaciones.

En Adahuesca, a partir del relato de las abuelas (aquí son dos) de Sevil, se ha creado un Centro de Interpretación de Leyendas y Tradiciones. Incluso hay un hotel en la misma localidad que se llama así: “Las abuelas de Sevil”. En Abizanda, en la vecina comarca de Sobrarbe, también se encuentra el Museo de Creencias y Religiosidad Popular del Pirineo Central. Una cosa lleva a la otra, y en la misma localidad, intentando aprovechar las afluencias (sinergias queda más fino) de un público que ya ha llegado hasta la localidad, se halla también el Centro de Interpretación del Arte de los Títeres, iniciativa de los Titiriteros de Binéfar, así como el transfronterizo Centro de Documentación Cultural de la comarca aragonesa de Sobrarbe y la bigurdana de Aure.

Eso sí que es poner en valor, social, cultural y turístico, los “cuentos de viejas”.

2012/05/08

Patrimonio inmaterial, por definición II

Et, alors, pour quoi proposer un paragraphe en français sur le gascon-occitan dans un exemple basque et catalan  de « fête du maure »? Parce que, au-delà de l’intérêt de mélanger les langues pour démontrer l’évidence, c'est-à-dire, la richesse linguistique des Pyrénées, si on folklorise les concepts « historiques » de bataille (transposition de l’éternelle lutte entre le bien et le mal) et maure (transposition de « l’autre ») on trouvera beaucoup d’exemples pyrénéens, plus liées au but du blog : a Antzuola et a Gerri de la Sal, bien sûr, mais aussi a Martres-Tolosane sur la Garonne, à la frontière entre le gascon et les autres dialectes de la langue d’oc. Parce que, aux Pyrénées, les seules frontières claires sont les administratives… et pas toujours ! Donc, l’occitan pyrénéen étant gascon jusqu’à l’Ariège, j’utiliserai le mot gascon. Et la morisca de Vilac, à la Val d’Aran, était-elle une danse liée à une scénographie pareille aux autres exemples « mauresques » ?

Potser ha estat (o sigut: no ho aprendré mai, com el pronoms “en” i “hi”) el ball de la morisca a l’origen de l’escenificació de Gerri, i no al contrari, com pot semblar ara. I potser a Antzuola el rei encadenat del seu escut  va motivar l’actual escenografia (ara sabem que es una versió del escut de Gipuzkoa del segle XVI que no va arrelar... però ho sabem des de 2011, no abans, gràcies al treball de l’ historiadora Rosa Ayerbe).
Pareja de danzantes de la mosrisca de Gerri de la Sal:
patrimonio inmaterial materializado en bronce

Però ara mateix em interessa més treballar el patrimoni immaterial des de una altra mirada: quin patrimoni es més ric, el qui té uns profunds arrels, o el que té unes llavors abundants i fèrtils que permeten conrear nous camps, o camps vells amb necessitat de llavor nova? Record que quan era petit –i pagès– alguns dijous anàvem fins a la fira d’Hernani a comprar llavors i plantes per al hort: perquè si no es canvien i barregen les llavors, les mateixes plantes sempre sobre el mateix terreny perden força. Malgrat n’hi hagi alguns, de fet, molts, que pensen que la tradició consisteix en no canviar, el canvi està en la naturalesa de les coses, també de totes les tradicions que tinguin per finalitat fer perdurar una comunitat. I res millor per a garantir la continuïtat que explorar noves formes, o prendre arrels a tot arreu: quan es reforma un vestuari, o una partitura, una coreografia, per exemple, es molt habitual cercar en festes properes  –en el temps, en el espai o en el tema–, per a la creació, recreació o reinvenció d’una tradició perduda o en decadència.
També la morisma aragonesa d’Ainsa, al Sobrarbe, una altra recreació folklòrica basada en una batalla contra els moros, ha conegut un procés de recuperació –i canvi– que implica a gran part de la població. Però si es coneix una mica l’anterior representació, es ve que està lligada a les pastorals de Zuberoa, al nord del Pirineu, on “els dolents” son els turcs: turcs al Pirineu? Sí, com els moros de Martres-Tolosane: nosaltres som nosaltres, sense un “altre”?

I de festa a festa, comparant lo mateix i lo diferent, el patrimoni immaterial obre noves portes a tot arreu. En la meva opinió, es la seva gran virtut. Un exemple, molt lligat a aquest blog: Quin petit es el món! Una amiga d’Antzuola té un amic de Montcortés, un poble veí a Gerri de la Sal, al mateix municipi. Aquest amic no coneixia la morisca, una dansa en decadència quan ell era jove i va sortir del Pallars. Sense entrar ara en la morisca i sense sortir del municipi de Baix Pallars, el estany de Montcortés té moltes de llegendes, algunes les mateixes del estany de Muriskot (el topònim es casualitat... crec) en Biarritz;
Muriskot i Moncortés, dos dels molts estanys
provocats com càstig a la poca hospitalitat
i al bosc de Sant Sebastià de Baen es localitza el relat del arbre“lladró”, com a Maxurrenea de Leitza; i a Santa Maria d’Arbolò va el jovent a buscar parella, amb un ritual lligat a les pedres... com a Urkiola;
Urkiola i Arboló, dos indrets lligats als rituals de pedres i fecunditat
el mullaments ritual de les dones al pou de Santa Cecilia d’Ancs fa ploure, com amb Santiagotxo de Hondarribia; i a Collegats habitava un drac, com a Arrasate (per això que quan es va fundar el poble com vila el rei la va batejar Mondragón); i al mateix Gerri, un cura mort necessitava ajuda per a dir la darrera missa, com a Salbatore de Mendibe...
A la muntanya del basajaun o a la vila, el
mite de la darrera missa per a entrar al cel
es troba a tot arreu del Pirineu i fora
I fins i tot les burles contra els de Peracalç, que van vendre el martisants als de Peramea per un porró de vinagre en una romeria recorden molt a les burles contra els de Lakuntza quan van perdre el calder, també en una romeria!

Deixaré per una altre vegada comparar el carnaval de Antzuola, amb el seu os i el seu simi, amb la caça del os i els semiots d’Arles de Tec, al Vallespir... Però que sapigueu que la manera d’atrapar el mico de Urdiain, a la Sakana, es la mateixa de agafar el encantat de Tavascan, al Pallars.
I lo millor es que vaig trobar tot això (estar, estava; però jo no ho veia perquè no ho coneixia: això es patrimoni immaterial), perquè em vaig interessar per la morisca de Gerri, que em recordava al Alarde del Moro de Antzuola!