El 28 de octubre es de doble
santoral. Siguiendo al refranero vasco:
San Simon eta San Juda: joan zen uda eta negua heldu da. Es decir, que se fue el verano y llegó el invierno. Y este año se corrobora con un notable descenso de las temperaturas. Aunque la nieve ya había llegado hace unas semanas a las cumbres pirenaicas, todavía no se podía ver, como esta semana, desde la orilla del mar. Las cuatro estaciones del año en el calendario vasco son dos: negua, invierno, y uda, verano, incluyendo el nuevo, berri (primavera=udaberri), y el último, azken (otoño=udazken). Pero hubo un tiempo mítico pirenaico en el que solo existía el verano. En un momento dado, la nieve, el hielo, las nubes, la bruma, incluso una nueva estrella hicieron su irrupción y comenzó el largo invierno de la época actual, una época dura, difícil, cargada de trabajo y esfuerzo para una magra recompensa… Al menos hasta que la nieve pasó de ser una maldición a una bendición y el mundo tradicional cambia tan rápido que en un par de generaciones se nos está haciendo irreconocible.
San Simon eta San Juda: joan zen uda eta negua heldu da. Es decir, que se fue el verano y llegó el invierno. Y este año se corrobora con un notable descenso de las temperaturas. Aunque la nieve ya había llegado hace unas semanas a las cumbres pirenaicas, todavía no se podía ver, como esta semana, desde la orilla del mar. Las cuatro estaciones del año en el calendario vasco son dos: negua, invierno, y uda, verano, incluyendo el nuevo, berri (primavera=udaberri), y el último, azken (otoño=udazken). Pero hubo un tiempo mítico pirenaico en el que solo existía el verano. En un momento dado, la nieve, el hielo, las nubes, la bruma, incluso una nueva estrella hicieron su irrupción y comenzó el largo invierno de la época actual, una época dura, difícil, cargada de trabajo y esfuerzo para una magra recompensa… Al menos hasta que la nieve pasó de ser una maldición a una bendición y el mundo tradicional cambia tan rápido que en un par de generaciones se nos está haciendo irreconocible.
Reflexiones similares se han
hecho en varias entradas de este blog. Ahora quiero insistir en uno de los
principales mitos de montaña, con variantes incluso en los Alpes. La mayoría de
los mitos pirenaicos, aunque comienzan con la presencia de un fenómeno
meteorológico hasta entonces desconocido, vinculan el fin de una época y el
principio de otra con la llegada del cristianismo. Esta indisoluble unión de
paganismo y cristianismo también está comentada en otras ocasiones.
Curiosamente, esta vez el cristianismo no es la parte positiva, ya que es la
época de escasez y dificultades. Se acabaron los pastos siempre fecundos que
engordan a miles de vacas y ovejas, las cosechas de cereal a dos mil metros de
altitud sin dificultad. Y comienza la trashumancia, la necesidad de bajar al
valle en invierno. Las versiones vascas tienen algunos puntos en común y algunas
diferencias con las de Bigorra, Cerdaña y Andorra, más similares entre sí.
En todas el fenómeno
meteorológico sorprende a unos habitantes un tanto ingenuos (a veces niños, a
veces adultos que están jugando), que preguntan a un anciano (en el Pallars es
la superiora del convento, y la que encuentra la joia bonica que resulta ser hielo, una novicia) casi ciego y/o paralítico.
Este anuncia el fin de aquel mundo, y la llegada de uno nuevo, que en las
versiones catalanas no es el cristianismo, pero en las bigurdanas y vascas sí
suele serlo. Pide que lo maten o lo dejen morir de puro viejo (en Bigorra es
casi milenario) y las generaciones jóvenes huyan valle abajo. Aquí varían las
versiones vascas de las del Pirineo Central.
En Bigorra,
Cerdeña y Andorra, se abandona el antiguo poblado y se crea uno nuevo allí
donde una vaca o un buey deciden detenerse en su descenso. En las
versiones vascas, simplemente huyen y abandonan la montaña como lugar de vida
permanente, o directamente desaparecen, a veces porque se esconden dentro de un
dolmen. Es el caso de Jentillarri en Aralar. De hecho, fue en busca de este
mito como Barandiaran encontró, no solo la leyenda completa del fin de los
gentiles, sino el primer dolmen de Gipuzkoa. Y así decenas de veces, con este
mito y otros, en fructífera relación de patrimonio arqueológico e inmaterial.
En Bigorra la vinculación de patrimonio arqueológico y mítico también es
evidente. Pero si Jentillarri se merece entrada aparte, el Millaris bigurdano, topónimo que comparte con Aragón, no lo merece menos.
Dolmen de Jentillari, donde se escondieron los jentiles tras el anuncio de la llegada del cristianismo... excepto uno, que se merece entrada propia. |
En Andorra y Cerdaña no
sé si les interesa investigar los restos míticos de un pasado sin nieve cuando la
webcam de Arinsal http://andorrawebcams.andorramania.com/arinsal.php, pueblo creado donde se detuvo la vaca, pretende atraer turistas a donde
antes estuvo el primer pueblo, lugar poco habitable pero muy esquiable. El miedo
de ahora es que nieve poco.
Debe ser que aquella antigua época nueva también está llegando a su fin.