2013/01/13

El mayor de los regalos

Acababa la anterior entrada deseando que sus correspondientes mitos les hubieran regalado carbón, premio y no castigo en las sociedades tradicionales pirenaicas y de alrededores.
Después he tenido oportunidad de charlar sobre el tema, y me llama la atención la viveza de tales mitos. Hay quien considera el Olentzero “imposición nacionalista” (vasca, se entiende) porque los regalos “siempre” (en una de las primeras entradas recordaba que mito es “lo que nunca fue y siempre será”) los han traído los Reyes Magos. Hay quien considera lo contrario: Reyes = imposición española y católica. Imposición difícilmente se puede considerar, en ningún caso, desde el momento en que ninguna institución, vasca o española, obliga a celebrar y menos a regalar en tales fechas, aparte de que el 25 de diciembre y el 6 de enero sean festivos, y por lo que yo sé nadie reivindica que sean laborables; es verdad que la segunda fecha ya no en la vertiente francesa de los Pirineos. En San Juan de Luz en los años 40 del XX  todavía desfilaban, lo que me hace pensar que su declive norteño se debe al calendario oficial, no a “su españolidad”, puesto que siguen comiendo rosco de reyes (ver foto de hace dos entradas); no sé cómo está la cosa en Andorra. Lo cierto es que hasta en su origen tienen similitudes, ya que los Magos saben del nacimiento de Jesús por una estrella, uno de los elementos atmosféricos que se citan en las muchas variantes pirenaicas del fin del mundo gentilicio e inicio del cristianismo.

Promoción comercial trilingüe y "tricultural":
cada mito regalador parece responder
a una lengua determinada, o viceversa.
 

Por eso mismo, en lo que sí hay coincidencia aunque parezca paradójica, es en la crítica que padecen tanto Reyes como Tió, Olentzero, Santa Klaus… Se está perdiendo el verdadero (sic: como el término "siempre", otro concepto mítico) sentido de la Navidad para crear productos consumistas, burdas copias supuestamente regionales/nacionales/estatales del modelo estadounidense. Una vez más Olentzero es paradigmático, ya que los ropajes autóctonos no ocultan, ahora, a un anciano rechoncho y bonachón de barba y poblada barba. Y el Esteru del occidente cántabro le imita, aunque no compite con los reyes sino que desfila con ellos… ¿tal vez porque no existe un nacionalismo cantabrista? En el caso catalán y aragonés, hay quien considera violencia pegar al tió para que cague: antes ardía, pero es que ahora no hay fuego en las casas… Y se recuerda que no es más que la variante pirenaica del árbol navideño. Pues sí, pero el árbol navideño hace décadas que no es de madera en la mayoría de los casos. Les invito a entrar en wikipedia, sobre todo en las discusiones, y calibrar la vigencia de todos estos mitos con la vara de medir del apasionamiento en las posturas. No se dejen engañar: que nos remitan a la “autenticidad” del pasado (eso sí que es un mito, que mucha gente sigue creyendo con más fe que mis abuelas en las brujas) no oculta que precisamente siguen vivos porque tienen sentido en nuestra sociedad actual.
A mí, historiador de formación y por tanto consciente de que el tiempo es un factor dinámico, no estático, me sigue gustando más analizar la sociedad tradicional, al menos para este blog. Y para eso hay que discernir muy bien los datos del pasado y contextualizarlos en cada momento, y no dejarse contaminar por las filias y fobias del presente.
Un ejemplo, recogido en mi Irun natal, cuando Olentzero no había sido “descubierto” como portador de regalos. Podría haber justificado toda su evolución posterior. Sin embargo, no fue así, porque, mucho me temo, el ejemplo a seguir era la cultura norteamericana más que una campesina monolingüe analfabeta, aun poseedora de un tesoro cultural del que afortunadamente se han salvado algunas perlas. Según ella, Olentzero no solo es el anunciador del nacimiento de Cristo, sino su primer seguidor sin perder la probablemente tradición anterior pagana del fuego solsticial:
Olentzero ementzen ikaskillia eta eraman ementzittuen egurrak Jesus jaio zen tokira, eta eiñ ementzuen sua eta Amabirjiñak esan ementziyon:
- Olentzero, zure eguna beti izango da señalatua, erregaloik onena zuk eiñ duzu. Otzak gaundezen eta sua egin diguzu
Olentzero, carbonero, llevó leños al sitio donde nació Jesús e hizo fuego para combatir el frío, por lo que le dijo la Virgen que su día sería señalado, ya que les había hecho “el mejor de los regalos”.
Pese a las modernidades, la leña sigue siendo uno de los principales combustibles.
Eso sí, el carboneo prácticamente ha desaparecido como actividad económica.
Por favor, que ahora nadie entienda que la Virgen le hizo ascos al oro, el incienso y la mirra. Agradezcan más bien este precioso regalo a Salbadora Ribera, del caserío Erbitegi, y a Nicolás Alzola por recogerlo y publicarlo hace ya medio siglo, cuando en Irun la mayoría de la gente, vascófona o no, consideraba el euskara no como una riqueza sino como un lastre, su patrimonio incultura y al campesinado, su casi único transmisor tras el abandono “en la calle”, como una sarta de ignorantes atrasados.
Insisto: sea quien sea, espero que les haya traído mucho carbón, o cualquiera de sus cálidos sustitutos actuales.

2013/01/05

¿Olentzero versus Reyes Magos?

En la actual sociedad vasca, fuertemente politizada y tan consumista como cualquiera otra europeo-occidental, hay quien confronta a Olentzero y Reyes Magos como portadores de regalos. Básicamente, “a favor” (o en contra, según quién) de Olentzero se argumenta que es anterior al cristianismo y solo vasco. Los Reyes, además de cristianos, son españoles y monárquicos, lo que atrae o aleja a uno u otro sector de población. Se podría discutir hasta qué punto Olentzero, personificación del mito del fin de los gentiles y/o del tronco solsticial, habría sobrevivido, incluso tal habría surgido como personaje, sin el cristianismo. En todo caso, lo importante es que si no fuese portador de regalos, hoy sería terminal. Otro tanto se podría decir de los Reyes, fiesta en teoría religiosa cuyas cabalgatas organizan los ayuntamientos y no las parroquias, que solo son “españoles” en la medida en que han perdido fuerza en otros países del orbe católico, y que por cierto compiten cada vez más, además de con Olentzero i el caga tió, con Santa Claus/Papá Noel. Por lo demás, es sabido que son de Oriente: San Nicolás sí que es español; por eso lleva a Holanda naranjas junto con los regalos. En la práctica, muchas familias vascas festejan (es decir, consumen) ambos mitos.
En el ábside de Santa Maria de Taüll, en la Vall de Boí, los tres Reyes Magos...
Mejor sería decir, tres de los Magos, que no reyes, según versiones.
Al tratarse de pinturas románicas, Baltasar "todavía no es negro".
Las cosas no se planteaban así hace cien años, cuando las sociedades tradicionales pirenaicas seguían siendo mayoritariamente ágrafas, prepolíticas y monolingües autóctonas, y católicas aun con una religiosidad popular impregnada de paganismo y a veces bastante alejada de la oficialidad; y, por supuesto, nada consumistas, más bien casi de subsistencia.
Como de Olentzero ya he hablado en la anterior entrada, me centraré en los Reyes. Obviamente, entonces solo traían regalos a la infancia de la burguesía, puesto que al mundo rural y al proletariado urbano todavía le faltaban un par de generaciones para ello. Los Reyes cerraban el ciclo navideño y abrían otro, el de carnaval. Según mi abuela navarra, concretamente baztandarra, en Oronoz se iba a misa y cada casa (entiéndase familia) aportaba tres presentes. A falta de oro, incienso y mirra, solían ser manzanas, nueces, avellanas, castañas… cosas de comer. El cura (la parroquia, y no el ayuntamiento, era la unidad de medida comunitaria, y el párroco su máxima autoridad) organizaba a la tarde una merendola para toda la chiquillería del pueblo. Es decir, que el rito reinterpretaba la adoración de los Magos al Niño Jesús en una escenificación oficiada por el cura para reforzar el sentido de comunidad mediante la aportación de sus unidades básicas, las casas, a quienes serían la generación futura.
No he encontrado correspondiente pirenaico. De hecho, no he oído otro caso similar al de Oronoz. En Igualada, población catalana no pirenaica, en el origen de su célebre cabalgata está la Beneficencia, institucionalización burguesa de la caridad católica comunitaria. Tal vez lo esté en muchas más. También en Irun siguen visitando los reyes el asilo, aunque hace décadas que no es la acogida de hombres y mujeres con muchos años y pocos recursos: los Reyes puede que sean “de siempre”, pero las realidades que ritualiza bajo formas más o menos permanentes, no.
Baltasar "negre" de la cavalcada d'Igualada, estudiada per
la antropòloga Savina Lafita Solé (gràcies per la foto, maca).
Y al revés: pese a las diferencias formales entre Olentzero, Reyes y otros mitos navideños, queda mucho del fondo común: “El Pont d’Arcalís”, en su disco Balls i cançons del Pirineu, canta el Ninou, una cançó de recapta infantil alturgellenca que glosa la vida de Jesús desde la Anunciación de San Gabriel hasta que resucitó al tercer día, incluido el tercer goig: …de l’Orient, / dels tres regnes fou present / volent saber lo naixement / de Jesús fill de Maria. Goigs cristanos que no obstante acaban como podría hacerlo el Olentzero basc que m’ha dit un ocellet que n’hi a a la Taverneta de Ripoll: la bona casa, la bona brasa / lo bon tió, lo bon carbó, / Santa Nit que Déu nos do! Lo que me hace pensar (eso y canciones similares halladas en la wikipedia, ese pozo de sabiduría siempre a contrastar), que se trata de una cançó de Nadal. Es decir, también allí, del solsticio más o menos cristianizado y para nada opuesto a los Reyes.

Sea como sea, espero que esta noche, o cuando sea el mito en que ustedes crean, les traiga mucho carbón. Porque, aunque ahora no lo parezca, el carbón era el premio, no el castigo. Pero eso es para otra entrada.